Estamos en el boom de la crianza con apego, crianza natural o respetuosa, como queramos llamarla. Este movimiento propone una vuelta a los orígenes naturales de la crianza y una mirada más consciente y respetuosa a la infancia y la maternidad.
Creo que es un movimiento necesario ya que en los últimos años, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, la cientificación y medicalización de casi todos los procesos humanos y la introducción del capitalismo en nuestra sociedad, se había producido una desnaturalización de la infancia, la crianza y de los roles de la maternidad y paternidad.
Dicho esto, y dejando clara la necesidad del surgimiento de este movimiento, creo que hay que entender que cuando se viene de un extremo, se impone justo el otro extremo para contrarrestar esa situación de la que partíamos.
Y los extremos no suelen ser muy acertados.
Me parece necesario que la gente conozca cuál es la manera natural o la manera en la que nuestra biología está programada para funcionar. ¿Cómo se traduce eso en la crianza? No separación entre mamá-bebé (lo que implica colecho, porteo, etc) y lactancia materna. Muy a grandes trazos.
Ahora bien, hay que ser consciente de varias cosas.
Aunque entendemos que nuestra biología se asemeja bastante a la biología de otros mamíferos en cuanto a crianza, y podemos hacernos una idea general de cómo se ha estado llevando a cabo en los humanos los últimos dos millones de años, no tenemos una idea exacta de qué realmente necesitamos. Se han publicado muchas teorías, pero son eso, teorías. No tenemos que tomar al pie de la letra todo lo que sale de alguien que es en teoría entendido de algo. Veo demasiadas veces cómo la opinión de un pediatra, un neurólogo, psicólogo o similar, se encumbra y se toma como algo irrefutable, y después se repite como si esa opinión fuera un hecho incontestable. Pero no es así. No son más que opiniones o teorías. Antes eran unas, ahora son otras. En el futuro cambiarán también.
Por eso creo que es muy importante investigar, informarnos de un lado y del contrario, para después tomar nuestras propias decisiones sabiendo también escuchar a nuestro instinto, a lo que creemos que es lo mejor para nosotras y nuestros hijos y a lo que nos apetece.
Porque nadie nos puede decir qué es lo mejor. Sencillamente no lo saben. ¿ Por qué?
La primera razón es, como comentaba antes, el hecho de que no sabemos exactamente qué necesitamos a nivel biológico. Es decir, de manera natural, qué estamos preparados para recibir. Podemos acercarnos a entenderlo si miramos cómo se ha criado durante los miles de años que lleva la humanidad en el planeta, ignorando los últimos 10.000 años, en que se produjo un cambio abismal en nuestra forma de vivir ( pasamos de cazadores-recolectores a agricultores-ganaderos) que seguramente tengan poca importancia a nivel de cambios genéticos importantes.
El primer problema que nos encontramos aquí es que es imposible saber exactamente qué hacían o no hacían nuestros ancestros. Cada año se descubren cosas que nos hacen cambiar, a veces de manera radical, la visión que teníamos sobre cómo vivían los humanos en la prehistoria.
Por ejemplo, es fácil suponer que todos los niños eran amamantados. No había otra manera. Era eso o morir de inanición. Pero no podemos saber si todas las madres podían dar el pecho o a veces daba de mamar la hermana, la abuela o la prima, como sucede en tribus que viven en la actualidad. No sabemos si usaban o no chupetes, al igual que algunos pueblos seminómadas actuales utilizan un palo con un trozo de carne. A lo mejor no, o a lo mejor ha formado parte de la maternidad durante miles de años y no lo sabremos nunca.
Podemos también deducir que a los bebés se los cargaba casi constantemente por su condición de nómadas, que no se les dejaba llorar para que no se acercaran depredadores y que dormían todos juntos por calor, protección y seguridad de todos.
Pero no sabemos si a los bebés los criaba principalmente la madre, o los dos padres, o la tribu en comunidad, o cómo eran de afectuosos con ellos y cómo establecían los límites…
Aparte del hecho de que hay muchas cosas que sólo podemos hipotetizar pero no sabemos de manera certera, está el hecho de que durante los miles de años que duró nuestra época nómada, surgieron miles de diferentes grupos humanos, que seguramente tendrían una forma de actuar y de relacionarse por lo menos un poco distinta los unos a los otros.
Por todo esto, establecer que tal o cual comportamiento es lo natural y para lo que estamos diseñados, es a veces un poco peliagudo y aventurado.
La segunda razón sería cuestionar el planteamiento ¿es realmente lo natural lo mejor? Bueno, esto es, obviamente, mi opinión personal:
Sí…y no.
Creo que en general, la manera que más se acerca a la forma natural y original de hacer las cosas es la que más nos conviene a nivel físico y mental.
Por ejemplo, estamos diseñados para vivir en la naturaleza y estar rodeados de otros seres vivos; humanos, animales y plantas. La manera en que vivimos ahora en el mundo occidental es muchas veces lo opuesto a eso, y sí que siento que estar tan alejados de nuestras necesidades orgánicas y nuestra forma original de vivir nos pasa mucha factura a nivel físico y mental, nos aliena y nos aleja de nuestra verdadera esencia.
Pero hay dos cuestiones que hacen rebatir lo escrito arriba y por lo que creo que siempre hay que coger las teorías, sean cuales sean, con pinzas:
La primera cuestión es que esto no le sucede a todo el mundo por igual. Compartimos prácticamente la misma genética pero cada ser humano es único y distinto al resto. Y siento que es justamente esto lo que no se tiene en cuenta cuando se intenta meter a todos en el mismo saco encumbrando ciertas teorías, sea de lo que sea. Habrá quien tenga una necesidad imperiosa de estar conectado con la naturaleza; algunos con el mar, otros con la montaña, unos con los animales, otros más con árboles y plantas. Y habrá quien tenga esa necesidad mucho menos arraigada, y tener relaciones humanas y un perro ya satisfaga sus necesidades de relación con el mundo natural.
Esto es extensible a todos los temas de crianza y maternidad a los que aquí me refiero. Podemos poner como ejemplo el tema del porteo. Puede ser que portear a nuestros bebés sea la manera natural de convivir con ellos y de transportarlos. Puede ser que sea algo escrito en nuestros genes y que haya sido nuestra forma de crianza durante los miles de años de humanidad. Pero eso no significa que a todos los bebés les guste ser porteados y que todas las mamás quieran o puedan hacerlo, ahora que además hay otras opciones.
Cada persona tiene una personalidad única. No se puede generalizar prácticamente en ningún aspecto Por tanto, lo natural NO significaría que es lo mejor para todo el mundo.
Hay bebés que no quieren ser porteados, se agobian, no les gusta. Hay madres a las que le duele la espalda, o les va mal cargar peso, o les agobia tanta cercanía constante, o simplemente no les gusta. ¿Por qué alguien les va a decir que portear es lo mejor? No es así. No lo es para ellas.
La segunda cuestión se refiere al hecho de que nuestra vida ahora en la sociedad occidental difiere muchísimo de cómo ha sido durante miles de años en la antigüedad. Por lo que aplicar las formas originales, en la crianza y maternidad, a la vida de hoy, no siempre es lo mejor. De hecho, a veces puede ser la peor elección que podríamos hacer.
Vamos a ver esto con algo concreto. Imaginemos la vida hace 100.000 años. Todo esto, obviamente, siempre con pinzas, porque en realidad no tenemos mucha idea. Pero bueno, vamos a suponer que sí y a montar una vida pasada ideal; En una gran caverna, unas mamás trabajan unas pieles de animal mientras charlan entre ellas y vigilan a sus hijos, que corretean alrededor jugando entre ellos. Los padres están cazando y los hombres y mujeres más mayores están también en la caverna, participando de la supervisión de los niños y de las labores diarias.
En esa vida, las madres vivían en comunidad. La socialización con otras madres, mujeres, otros niños, hombres, ancianos era constante. Se vivía en una familia extensa con ayuda y apoyo constante. La crianza era compartida y repartida entre un gran número de personas, no recaía únicamente en los dos padres. Los niños jugaban con los otros niños, no con los padres. Las madres nunca estaban solas y tenían referencias claras de cómo llevar a cabo su labor de madres, porque crecieron rodeadas de mujeres pariendo, lactando y criando. Lo que se esperaba de las madres era justamente eso, que fueran madres. Ésa era su labor y se consideraba de vital importancia.
Las madres nunca se separaban de sus hijos. Ya no digo los primeros meses o años, que les daban el pecho constantemente, sino durante toda su infancia. Los niños estaban por ahí, jugando y colaborando en las tareas que se necesitaran, pero la madre y otras figuras de referencia siempre estaban cerca.
Bueno, hasta ahí la imagen general que podemos hacernos de la crianza de homo sapiens que suponemos que se ha dado desde el inicio de la especie hasta hace unos pocos miles de años.
Ahora traslademos este modelo a una familia promedio de una ciudad occidental actual. Padre, madre y bebé viven solos en un piso. Uno de ellos tiene los padres cerca, el otro no. Ambos trabajan. Partimos de que ahí ya no hay nada natural. No se vive en la naturaleza, no se vive en comunidad, no se tiene ayuda ni referencias claras y constantes. Partimos de un sitio absolutamente distinto al que tenían nuestros predecesores. Hay que tener esto en cuenta a la hora de teorizar e imponer maternidades.
Para un bebé, lo natural y esperable es que no se produzca una separación con su madre en años. ¿Pero eso significa que la no separación sea siempre lo mejor en el mundo actual? Desde luego que no. No estamos hechas para estar todo el día solas con un bebé en casa, si hay algo realmente poco natural, es eso. Nos podemos ver desbordadas, sentirnos aburridas, inútiles, desequilibradas…es normal. Y aunque para un bebé lo mejor sería estar con su mamá, si para su madre, en sus condiciones, lo mejor es irse a trabajar, airearse, relacionarse con otros adultos, sentirse útil y realizada en otros sentidos…al final eso también será bueno para el bebé. De nada sirve que la madre esté presente pero agobiada, triste y apática. Y hay que normalizar que las madres se puedan sentir así.
Estamos ejerciendo la maternidad desde una situación bastante peculiar, alejada de lo natural, difícil y solitaria. Tengamos la flexibilidad para amoldarnos a esa situación de la manera que mejor nos convenga. Informándonos, dejándonos aconsejar, pero escuchando a nuestro instinto y a lo que nosotras nos resuena en última instancia.
Lo mismo sucede con otros muchos temas en la crianza, como la lactancia materna y el porteo. Si os va bien, si os hace la vida mejor, más cómoda, si os gusta…adelante. Si no, encuentra la mejor manera de hacer las cosas para ti y para tu familia, ya que nadie mejor que tú sabe qué y cómo le conviene.
Es importante que siempre pongamos en el centro el bienestar mental y físico materno. Es la mejor manera de garantizar la felicidad familiar y el bienestar del bebé. Y ayudar a que cada madre encuentre su propia manera de hacer las cosas, sin presiones por una y otra parte definiendo qué y cómo tendría que llevar a cabo la crianza.
Cada situación y cada persona es distinta y no se puede aplicar a todas y todos una teoría y decir que eso es lo mejor. Cada una tendrá que encontrar su manera. Porque no se puede confundir la crianza con apego con el APEGO en sí, que en este caso no nos referimos al término budista sino al término occidental, que es sinónimo de vinculación.
La vinculación no tiene nada que ver con la lactancia, con el porteo, con el colecho. Vinculación es amor, es afecto, son conversaciones, respeto, miradas, caricias… Es estar en sintonía con el bebé, sentir sus necesidades como propias y amar de la manera más gratificante. Hay muchas maneras de hacer esto.
Digo todo esto desde la posición de haber elegido, como madre, todo lo que parece que esté intentando echar por tierra. Elegí lactancia materna, elegí colecho, elegí porteo, elegí no separarme de mis bebés. No estoy demonizando unas u otras elecciones, ya que yo misma elegí ciertas maneras. Pero siento que es necesario quitar un poco de peso a cómo se hacen las cosas, y poner más peso en lo más importante; la felicidad materna y la felicidad del bebé y generar un buen vínculo entre ambos. Que encontremos la manera de que estos dos aspectos florezcan juntos. Nosotras y nuestros bebés.
Es necesario quitar ese peso a las formas, para que no haber seguido una teoría nunca suponga una carga añadida a la maternidad, de culpa, de tristeza, o de autoimposición de algo que realmente no queremos.
Si realmente lo que queremos es el bienestar maternofilial, habrá que entender que hay tantas formas de maternidad como mujeres en el mundo. Hay mujeres que vivirán la maternidad con más intensidad, otras con menos. No para todas ocupa el mismo lugar en nuestra vida. Hay mujeres que podrán entregarse a la crianza con toda la dedicación del mundo, y otras necesitarán más espacio y no perderse a sí mismas del todo en el mundo maternal. Hay mujeres que darán el pecho pero quieran dormir solo con su pareja porque eso es importante para ellos. Habrá quien no le guste dar el pecho pero le encante portear. Habrá quien necesite alargar el período de no separación y renuncie al trabajo por su maternidad. Habrá quien se muera de ganas de volver al trabajo porque no aguanta más todo el día con el bebé y se le cae la casa encima.
Como he dicho antes, hay tantas maternidades como mujeres, y si las decisiones se toman con información, autoconocimiento, escuchando a nuestro instinto y desde la vinculación y el afecto hacia nuestro hijo, estará bien. No hay que torturarse por no seguir tal o cual cosa. No hay una cosa mejor que otra.
Sólo tú tienes el poder de decidir qué es lo mejor.
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