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No sé si quiero ser madre

Normalmente, cuando leo algo de psicología acerca de este tema, hay un punto en el que se habla de intentar separar la parte de presión o aprendizaje social de nuestra verdadera opinión, nuestra verdad interna acerca de si quiero o no quiero ser madre. 


Y creo que esto es poco realista y que no suele funcionar muy bien


¿Por qué? 


Todo lo que las mujeres pensamos y sentimos acerca de esto ( y acerca de todo lo demás) está completamente empapado y es indivisible de todo lo que hemos visto, oído y sentido desde el momento que nacimos. Y se va actualizando constantemente con todas nuestras interacciones y situaciones del día a día. Es un todo enredado y no hay manera de sacar un hilo que se llame “la parte aprendida de lo que creo que quiero” y otro hilo que sea “lo que realmente quiero”. No existen esos hilos, todo es una mezcla. 



Viéndolo desde un punto de vista budista, y siguiendo con la analogía del ovillo, toda la maraña de hilos es nuestro “yo” construido, lo que llamamos ego. Ahí entra todo nuestro relato vital, emocional y de pensamiento. Y ahí dentro no hay “la verdad”, no está “la respuesta”. Todo es construido, cambiante, condicionado, dependiente de otras situaciones, otras personas, palabras y acciones. 


Es decir, si lo que hacemos es rebuscar en el ovillo del EGO, sólo vamos a liarnos mucho más. 


Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Varias cosas:


  • En primer lugar, no obsesionarnos con dilucidar “la verdad”. Vivimos en ego casi constantemente, por lo que (casi) todo lo que vemos es parcial, sesgado, poco lúcido y confuso. Ser consciente de esto es importante. No para deprimirnos por nuestra mente confusa. Todo lo contrario. Justamente para dejar de rebuscar entre los hilos y relajarnos un poco. Dejar de intentar separar todo el rato lo que es verdad de lo que no lo es. Seguir ahí nos va a tener girando como una veleta dependiendo de cómo sople el viento ese día. Por la mañana puedes tener un pensamiento que te haga pensar “ay, sí, sí, es ahora el momento” y por la tarde tienes otra experiencia que te hace saltar el pensamiento de “ay no, no, no quiero esto”. Ninguna de las dos cosas es real, ni la verdad. Así que la primera cosa que deberíamos hacer es tomar consciencia de esto y dejar de perseguir pensamientos y de aferrarnos a ellos como si tuvieran dentro nuestra certeza interna.   


  • No estar contínuamente en decisión. Esto que voy a explicar se aplica a cualquier duda, disyuntiva o decisión que tengamos que tomar en la vida. 

    Hay muchas de estas cosas que necesitan reflexión y pensamiento, obviamente. Pero no todo el rato. Podemos dejar un rato a la semana para reflexionar sobre ello y darle todas las vueltas que queramos, pero luego el resto del tiempo nos quitamos ese peso de la mente. Porque sólo nos va a llevar a lo que comentaba antes, más confusión y angustia persiguiendo pensamientos efímeros. 



  • Centrarnos en dilucidar nuestra verdadera esencia. Disminuir el ego, el “yo”. Acercarnos a nuestras cualidades básicas para poder tener más contacto con la parte más clara y lúcida de nosotros. No es que en nuestra esencia esté impreso si tenemos que ser madres o no. No funciona así. No estamos predestinados a ser algo o a no serlo, al menos no en el sentido que pensamos nosotras. Pero eliminar capas de ego siempre va a hacer que tomemos decisiones de manera más clara, más alineada con lo que realmente somos y más beneficiosa para nosotros y para los demás.

     Cómo hacer esto no lo voy a poder describir aquí y ahora. Es un camino de desarrollo personal y espiritual a base de práctica, aprendizaje, terapia y disciplina. 



Por último, quería comentar un proceso mental subyacente muy importante en todo este aspecto acerca de las decisiones vitales. 

Existe una creencia psicológica muy profunda en el mundo occidental: lo que hagas es lo que va a determinar tu felicidad. No nos lo planteamos exactamente así, pero es la ideología subyacente a muchas de nuestras acciones y preocupaciones. Queremos este trabajo y no el otro, queremos esta pareja, y que sea así y no asá, queremos ir a este sitio, queremos estos zapatos, esa casa, queremos esta situación y no la otra…Básicamente podríamos decir que nuestra vida es en gran parte una lucha para tener lo que quieres y que no te toque lo que no quieres. Y eso es justamente porque sentimos que con tal y cual cosa estaré bien, y si no, pues no. O por lo menos no tan bien. 


Pero NO es así.


El nivel de felicidad no depende de si estudias medicina o auxiliar de enfermería. De si consigues esos zapatos o no, de si consigues cambiar a tu pareja para que sea justo así y no asá…DE SI ERES MADRE O NO LO ERES. Si no tuviéramos grabado a fuego que lo que haces o dejas de hacer es lo que te puede dar o quitar felicidad, no le daríamos tanta importancia. 


Es una decisión que te cambia la vida, sí, pero no te cambia la felicidad. 


Porque eso de la felicidad va por otros derroteros. No por las decisiones que cambian tu vida EXTERNA, sino de las que te provocan un cambio INTERNO en ti. Y, aunque ahora está esto muy en boca de todos y de alguna manera pensemos que eso puede ser así, no lo sentimos así. Seguimos aferrándonos a todo lo externo, sea un zapato, un trabajo, una forma de actuar de alguien o un bebé. 


Cuestionar esa creencia y querer trascenderla es fundamental para enfrentarnos a esta situación de toma de decisión. Tu felicidad no va a depender de si eres madre o no eres madre. La felicidad se cultiva y desarrolla por otro camino. Ánclate a ese otro camino, y podrás entonces tomar una decisión de manera más calmada, más libre, relajada y FELIZ. 



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